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¿Cómo aplicar ecodiseño en envases plásticos?

Muchos de los envases que encontramos en el mercado afirman con gran pompa que son reciclables. Y es muy probable que las materias primas de las que están hechos lo sean. Lo que no es siempre cierto es que esos envases tengan probabilidad o siquiera posibilidad de ser reciclados, y esto se debe en gran medida a las decisiones que tomamos desde el diseño.

Hasta ahora el principal enfoque en el diseño del envase ha estado en apelar al consumidor. Históricamente los desarrollos tecnológicos en materias primas y procesamiento han estado orientados a mejorar el desempeño y la apariencia de los envases, y se han logrado alcances espectaculares en aspectos como la vida en anaquel, que hoy determinan la manera en la que consumimos y compramos.

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Sin embargo, ha llegado la hora de añadir “una pata más a esa mesa”. Ahora hay que tener un nuevo enfoque, y es el enfoque de reciclaje. Si preguntamos a cualquiera de las empresas dueñas de marca a quién va orientado su empaque, es muy posible que nos puedan responder con lujo de detalles. Sin embargo, si le preguntamos qué va a pasar con su envase una vez sea utilizado, lo que encontramos es una gran laguna, un abismo de posibilidades, entre las cuales el relleno sanitario es el destino más probable para la mayoría de envases plásticos.

Diseñar con un destino claro de fin de vida

La primera premisa del ecodiseño es que el fabricante del envase debería tener certidumbre de qué destinos de fin de vida reales y factibles existen para su producto. Para esto es necesario conocer las cadenas de reciclaje de residuos plásticos que tenemos a disposición, y también los destinos de fin de vida alternativos, como la madera plástica o el reciclaje químico.

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Saber que es posible hacer algo desde el punto de vista técnico, por ejemplo, que hacer “manguera” es posible a partir de nuestros productos, no es suficiente. Es importante saber quién las hace, y en lo posible visitarlo y saber cuáles son sus principales limitaciones. Acercarnos y conversar con las empresas transformadoras que están dando una segunda vida a nuestros materiales nos permite entender cuáles son las limitaciones que enfrentan y nos alerta sobre las prácticas y decisiones de diseño que debemos eliminar.

Evitar mezclas de materiales

Errores muy comunes de ecodiseño tienen que ver con el etiquetado, co-laminado o pigmentación. Por ejemplo los envases de PET, que tienen un flujo de reciclaje establecido, en ocasiones se especifican con pigmentos innecesarios, que afectan su reciclabilidad. Una botella con un tinte rosa, que en nada aporta a la funcionalidad del envase, hace que este producto muera después de su primer uso, a pesar de estar fabricado de un material que tendría todas las posibilidades de ser recuperado indefinidamente. Es muy probable que en este caso el diseñador del envase jamás haya visitado una asociación de reciclaje para ver lo que hacen los recicladores con su botella.

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Otro de los errores comunes es hacer un buen trabajo en el diseño del cuerpo del envase para después arruinar ese trabajo con la etiqueta. La mejor práctica y la que más sentido tiene es diseñar etiquetas en el mismo material del envase y evitar etiquetas de cuerpo entero, que limitan la capacidad de recuperación del material.

Y el PET sigue siendo un material que se combina en laminados de poliéster sin ninguna consideración por el efecto que tiene en el empaque. Existen múltiples alternativas hoy en día de estructuras mono-material que pueden brindar el mismo desempeño de los laminados, incluso en cuanto a propiedades de barrera. Muchas de las decisiones de empaque se siguen tomando anteponiendo a todo el precio, pero el costo de condenar el material a no ser reciclado lo pagamos todos.

Fecha de publicación: 03/03/2021

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